Ya ahora llevo varios días tirado en la calle sin seguro y sin destino. Demasiado quieto para este auto de costumbres movedizas. Dicen los tarambanas que es por el seguro, el semieje , la temperatura, el parlante que no suena, la luz de stop y porque les da fiaca. No era asi cuando les esperaba un anochecer en la ruta con un sol colorado sobre los cerros azules de centroamérica o cuando paraban en una Petrobras en el Mato Grosso y algún playero brasilero me quitaba las lagartijas del chasis con la manguera. Cuántos recuerdos... ¡Cuántas aventuras! ¡Cuántas avenidas! ¡Cuántas averías!
Sí, estoy en la yeca tirado caviloso y pensativo, no crean que triste, solamente meditabundo porque estoy solo y embolado mirando la gente que pasa y va al Parque Saavedra o a los chicos que van a la escuela. A veces, me visita un gatito colorado que se tira debajo de la caja de cambios y juega con un alambre que sujeta el caño de escape. Yo le echo un poquito de aceite para que sepa quien manda en la calle, porque el capo de la cuadra soy yo, che. Gato botón, si fuera hidraúlico se vendría al baúl sin problemas, pero bueno la vida lo hizo asi, felino.
Si, asi es, una semana viendo el cordón de la vereda esperando que alguien de vuelta a la llave, revise el agua y el aceite, lave el barro multiétnico de las ruedas.
Si, asi estoy, aburrido, roto y mal parado, sucio y desprolijo, "viviendo mi rutina como cajcajo suburbano sin darme cuenta que mi vida terminará" (Carpo te llevo en el alma), pues desconfío de la vida, de esta vida burguesona sin alma y sin vértigo.
-¡Viejo garajero!- me gritó un minicuper con escape libre que por poco no me arranca el espejo.
-¿Y qué gritás mocoso atrevido? ¡Te quiero ver con la nafta común guatemalteca a ver cómo te las arreglás, seguro que se te tapan hasta los sapitos, auto de corneta!- le respondí, sin que me escuchara, ya se había ido muy lejos; es que tengo menos reacción que una babosa, ¡bah! pa´que se entienda: como si Borges jugara al pinpón.
Si, preciso ir al mecánico, a lo del gran Carlitos, a que me arregle un poco y asi poder salir otra vez a las rutas. Aunque sea por acá, por Ibiza o a Balcarce, allá los tarambanas pueden comprar papa para un loro y yo ir al museo de Fangio que es una especie de geriátrico deluxe. ¿Saben qué? no voy ni loco. Triste final el del cajcajo "break" argentino: serás lo que quieras ser o auto de jardinero.
Acá hay unas fotitos de mi llegada a este hermoso país, la última vez que estos dos me dieron pelota.